sábado, 22 de octubre de 2011

ZANAHORIAS, HUEVOS Y CAFÉ


Una hija se quejaba ante su padre por los problemas que tenía en la vida y por todo aquello que le resultaba difícil. No sabía que hacer para salir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Todo le salía mal. Parecía que la solución de un problema era el origen de otro nuevo más importante.
Su padre, que era jefe de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas de agua y las colocó  sobre el fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una de las ollas colocó zanahorias, en otra colocó media docena de huevos y en la tercera colocó unos puñados de granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en una fuente. Sacó los huevos y los depositó en un plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su padre, dijo:
-         Querida, ¿Qué ves?
-         Zanahorias, huevos y café, contestó ella sorprendida.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara uno de los huevos y que lo rompiera. Después de quitarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito aroma. Humildemente la hija preguntó:

-         ¿Qué significa esto, padre?

El explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma situación, agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto blanda, fácil de deshacer. Por el contrario, el huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero después de estar en el agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los gramos de café sin embargo eran únicos, después de estar en agua hirviendo, habían conseguido transformar el agua.

-         ¿Cuál eres tú?, le preguntó el padre a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo reaccionas? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor le tocan, te vuelves débil y pierdes la fortaleza? ¿Eres un huevo que comienza con un corazón frágil? ¿Posees un espíritu débil, pero después de una muerte, de una separación o de un despido lo has vuelto fuerte y duro? Por fuera eres igual, pero ¿eres amargada y áspera, con espíritu  y corazón endurecido por el dolor? ¿o eres como el café? El café cambia el agua hirviente, cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mayor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas y las personas que están a tu alrededor mejoren.

La hija pensó en la lección. Su respuesta ante la ingeniosa invitación del padre a superar la dificultad provocó en ella el silencio reflexivo y la respuesta de un beso.


Miguel Ángel Santos Guerra. La pedagogía contra Frankenstein

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